miércoles, 16 de julio de 2008

“Crónica de una muerte anunciada”: El final de las psicoterapias [1]


Paul Verhaeghe [2]

Abstract

Mi generación ha vivido los mejores tiempos de la psicoterapia y puede que también sea testigo de su ocaso. La confluencia de tres cuestiones amenaza la vitalidad de la psicoterapia y pueden resultar mortales: El aumento de tratamientos basados en protocolos hace a la psicoterapia mucho menos eficiente y fortalecerá el abordaje farmacológico; El discurso social contemporáneo instala la idea de que todo el mundo debería recibir todo sin ningún esfuerzo personal (sólo piénsese en los anuncios publicitario que dicen “porque usted se lo merece”); Finalmente y más importante aún, la psicopatología contemporánea ha cambiado de tal forma que en muchos casos, la psicoterapia ya no funciona. Si queremos evitar nuestra desaparición, ahora es tiempo de ponernos en acción.

Hace 40 años, el movimiento de la anti-psiquiatría denunciaba el efecto de estigmatización y etiquetas de los llamados diagnósticos y el abuso de las terapias de electroshock y la medicación. Thomas Szasz publicó su libro sobre el mito de la enfermedad mental y demostró como la psiquiatría fue utilizada para controlar y limitar las desviaciones de las normas sociales. En el nacimiento de este movimiento revolucionario, la psicoterapia se volvió más y más importante, junto con una demanda por un enfoque más científico en la psiquiatría. Como resultado, henos vivido el auge de la psicoterapia en combinación con las ciencias humanistas cada vez más científicas. Actualmente, casi medio siglo después, podemos hacer un recuento, y los resultados no son tan buenos. Por el contrario, la posibilidad de la desaparición de la psicoterapia, es real. Existen al menos tres temas que amenazan su vitalidad y cuya confluencia puede que ser letal. El primer tema tiene que ver con un giro perverso en la necesidad de mayor cientificidad en términos de diagnóstico y tratamiento. El segundo concierne a una extraña idea en el discurso social contemporáneo. Finalmente, un genuino cambio en la psicopatología actual vuelve a la mayoría de los enfoques psicoterapéuticos ineficaces.
Antes que nada, consideremos los efectos de la exigencia de un abordaje científico en materia de psicodiagnóstico y tratamiento. La antipsiquiatría había demostrado claramente que las etiquetas psicodiagnósticas de aquel tiempo eran arbitrarias y no tenían bases científicas en lo absoluto. El tratamiento se redujo a la prescripción de camisas de fuerza químicas, y si era necesario, un par de electroshocks podían terminar el trabajo. La respuesta de la comunidad científica a estas críticas derivó en una serie de intentos por producir sistemas de diagnóstico objetivos y tests. No ahondaré en los detalles, pero el resultado final lo tenemos hoy en el DSM, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders IV) como la supuesta nueva Biblia en asuntos de diagnósticos psiquiátricos. El problema con este DSM es que desde un punto de vista científico, es sólo un disparate, es basura. A pesar de todos sus esfuerzos, no es nada más que una burla científica. Yo podría demostrarles esto a detalle, pero eso sería bastante aburrido, así que mejor me salto esa parte (ver Verhaeghe, 2004). Lo raro es que esto es bien sabido en general, y no provoca muchas reacciones que digamos. Todos seguimos como si no supiéramos que el emperador anda desnudo.
Lo que es aun peor es que también es un disparate desde el punto de vista clínico. Cerca de la mitad de los pacientes no pueden ser diagnosticados usando el DSM, porque sus problemas no entran en ninguna categoría (Howard et al. 1996; Messer, 2001). Y en caso de que sí entren en una – y usualmente en dos o tres – de las tantas categorías, el resultado no es mucho mejor, puesto que no hay un enlace intrínseco en lo absoluto con algún tratamiento en particular.
Este enlace faltante es muy importante porque muestra la filosofía que subraya el DSM. Este abordaje es el clásico médico, operando vía una supuesta observación objetiva y apuntando a la delineación de síndromes (llamados trastornos) en un paciente. El terapeuta no es más que un observatorio neutral, su subjetividad es irrelevante. Este tipo de abordaje es obsoleto incluso en la medicina contemporánea, pero por alguna razón, está todavía muy vivo en el DSM. Se torna especialmente obvio en lo que yo he llamado el enlace faltante. No hay enlace alguno entre un diagnóstico particular del DSM y una psicoterapia en particular, pues la apuesta es que esta terapia sea una de tipo médico, implicando con ello una nueva droga o incluso una intervención neurológica.
Desafortunadamente, esto ya ha sido más o menos comprobado con niños. Los llamados Trastornos Generalizados del desarrollo (PDD) están en todos lados, junto con el Trastornos por Déficit de Atención y Comportamiento Perturbador (ADDBD o específicamente el ADHD). Sólo para darles una idea: en junio pasado estuve en Canadá para una conferencia, y la edición de fin de semana de un importante periódico canadiense apareció un artículo sobre el alarmante aumento de las prescripciones de fármacos para niños (The Globe and Mail, 9 de Junio, 2007). Basados en información oficial del gobierno, concluían que en cuatro años, las prescripciones de Ritalin aumentaron un 50%, mientras que las de la nueva generación de antipsicóticos casi fueron dobladas. Escogí las estadísticas canadienses sólo por casualidad, pero la misma circunstancia es obvia para cualquier país occidental. Esta es una ilustración perfecta pero trágica del constructo social de enfermedad. No es solamente trágico, es también muy irónico puesto que este constructo social se limita a la idea de que lo social no tiene importancia en lo absoluto. Hoy en día, cualquiera que tenga las agallas para declarar que el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad o los PDD pueden tener causas sociales y psicológicas, que los desórdenes del desarrollo pueden ser causados por aquellos que son responsables del mismo, corre el riesgo de ser vetado de la comunidad científica. Las causas deben ser neurológicas o genéticas, y lo único que necesitamos es un tipo de entrenamiento neurológico en combinación con una súper pastilla. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos, esta súper pastilla todavía no se ha encontrado, pero – como dicen- los resultados son muy prometedores. Mientras tanto, tenemos que arreglárnoslas con un poco de apoyo social por aquí, un poco de psicoterapia por allá y por favor otórguenos un poco más de dinero para nuestro programa de investigación.
El hecho de que los diagnósticos del DSM son constructos sociales se hace aun más claro si revisamos la sección de adultos. Déjenme recordarles que un diagnóstico del DSM debe estar basado en una observación objetiva; un diagnóstico manejado de manera conceptual está fuera de lugar. Como consecuencia, cada diagnóstico de DSM tiene que recurrir a una norma social; para poder ser entendido en un sentido literal: aquél que no sigue la norma social. Consecuentemente, la terapia que sigue este tipo de diagnóstico tiene sólo un objetivo: curar al paciente de sus malos síntomas y transformarlo en un ciudadano respetable que sigue las normas. Este es el caso de casi cada uno de los tan llamados trastornos de personalidad, con el Trastorno límite de la personalidad (F60.31, Borderline) y el Trastorno antisocial de la personalidad (F60.2 ) encabezando la lista, por supuesto.
En otras palabras, comparados con los sesenta, hemos vuelto de nuevo al principio. Esto es una ilustración perfecta de lo que Freud llamó “un retorno a lo reprimido”. La clasificación psicodiagnóstica contemporánea no es más científica que los sistemas anteriores; es una construcción social dirigida al control social y abriga la idea de que un tratamiento genuino debe ser uno con fármacos. La principal diferencia entre los sistemas anteriores y el contemporáneo es la uniformidad del DSM comparada a la multiplicidad de los primeros, lo que hace que toda administración lo adora.
Aparentemente, la exigencia de un abordaje científico en materia de psicodiagnósticos ha llegado a un fracaso. Vamos a echar un vistazo a la creciente demanda actual a las psicoterapias para probar que son tanto científicas como efectivas. Nadie en su sano juicio puede ir en contra de tal requerimiento. El problema es que esto ha terminado en un reverso perverso que puede significar el fin de la psicoterapia. Como esto puede sonar bastante sorprendente, necesita ser explicado.
SI alguien quiere hacer investigación sobre si cierto abordaje terapéutico es útil o no, es casi seguro que usará los métodos que fueron desarrollados originalmente para tratamientos médicos y farmacológicos. Esto significa que va a ser todo lo que le sea posible para formar por lo menos dos grandes grupos de exactamente el mismo número de pacientes, que a su vez serán tratados con dos métodos distintos, uno de ellos siendo el nuevo abordaje, mientras que el otro grupo recibe el tratamiento estándar. Para poder hacer la comparación posible, la terapia otorgada a un grupo debe ser completamente idéntica, por lo tanto será necesario el uso de tratamientos con manual- el terapeuta tiene que seguir literalmente lo que dice el libro. Esta es la filosofía de la Medicina Basada en la Evidencia y las Pruebas Aleatorias de Control: pacientes idénticos, terapeutas idénticos, tratamientos idénticos.
Tal abordaje posee enormes implicaciones, porque quiere decir que sólo se puede hacer investigación sobre la efectividad de un método sólo si alcanza por lo menos dos de los criterios antes mencionados. En primer lugar, tiene que ser posible estandarizar el tratamiento en su totalidad, para poder descartar el impacto de terapeutas individuales. En segundo lugar, el tratamiento debe ser corto; de manera ideal toma sólo de 6 a 16 sesiones, para poder descartar otro tipo de influencias. Me parece que es obvio para cualquiera que sólo un muy limitado número de psicoterapias cumplen estos criterios, lo que significa que las otras formas no pueden ser medidas con este abordaje. Por encima de todo, este diseño de investigación sólo puede ser aplicado a un muy limitado número de pacientes, por otro requisito inherente. De hecho, a los pacientes que pueden ser utilizados en este tipo de investigación sólo se les permite un diagnóstico, la co-morbilidad está fuera de lugar.
Echemos un vistazo más cercano a estos requerimientos. Primero está la necesidad para un tratamiento con manual basado en abordajes de tipo protocolo. Esto significa que el terapeuta es reducido a la figura de un ejecutivo que tiene que seguir el librito- de hecho, él o ella se vuelve en un asistente en la investigación al que no se le está permitido tomar ninguna iniciativa durante el tratamiento. En las irónicas palabras de Western: “Un buen clínico en un estudio eficaz (y, por ende, en la práctica clínica […]) es aquel que se adhiere de cerca al manual, no se deja desviar por el material que el paciente introduce que diverge de la agenda puesta en el manual, y no sucumbe a la sirena seductora de la experiencia clínica.” (Western, 2004, pgs 638-39). Cualquiera que tenga experiencia clínica sabe que la terapia no funciona de esa forma, que cada tratamiento individual es distinto porque cada cliente es diferente. Hace un par de años, hubo una gran conferencia en mi país en ocasión del 25 aniversario de la organización de psiquiatría y psicoterapia. Yo fui uno de los ponentes, cada uno de los cuales representaba un abordaje psicoterapéutico distinto. A pesar de nuestros antecedentes diferentes, teníamos algo en común. Durante el panel de discusión, se tornó obvio el hecho de que ninguno de nosotros siguió su propio libro, mucho menos uno en forma de manual. La explicación era muy simple: no se puede predecir anticipadamente qué será importante, y una buena terapia está siempre hasta cierto punto hecha a la medida de un cliente en particular.
El segundo requisito implica la necesidad de un limitado, y de preferencia previamente arreglado, número de sesiones terapéuticas. Las compañías de seguros adoran esta idea. Pues bien, las investigaciones consecuentes han demostrado lo que cada clínico experimentado ya conoce: el efecto de una psicoterapía es entre otras cosas determinado por su duración (Westen, 2004, p.633), y aunque la mayoría de las psicoterapias de corta duración puedan ser en un inicio exitosas, existe una enorme recaída en un período de un año. De nuevo, la conclusión es bastante clara: no es así como funcionan las cosas.
El tercer requerimiento es aun más desconcertante, puesto que la exclusión de cada paciente que sufre de co-morbilidad significa que alrededor de dos tercios de los clientes potenciales son excluidos de estos estudios. Siempre me pregunto dónde encuentran a estos clientes, ¡pues yo nunca los veo! En el momento en que empiezas a escuchar a un paciente con una supuesta “fobia simple” o un aislado “trastorno de pánico”, las cosas pronto se vuelven algo más complicadas, y la idea de “simple” o “aislado” desaparece rápidamente. Más aún, toda la idea de co-morbilidad es un artefacto extraño del DSM. Es por su necesidad de una clasificación contundente que el equipo de trabajo del DSM ha asumido la existencia de categorías puras que puedan tener sentido en casos raros. Déjenme contarles un gran secreto: estas categorías puras existen sólo en papel, y en el momento que ingresas al mundo real, conoces a la gente de verdad que tiene problemas de verdad.
Regresemos ahora a la obligación contemporánea de la psicoterapia de probar su efectividad. Por el momento, la manera más aceptada de examinarla es usando la metodología Basada en la Evidencia. Como ya expliqué, esta metodología puede sólo ser aplicada a un muy limitado número de psicoterapias e inclusive así, sólo a un número muy limitado de pacientes. Es en este punto en el que nos encontramos con un giro perverso con un efecto desastroso. En lugar de concluir que esta metodología está demasiado limitada para hacer el trabajo, el mensaje es que aquellas terapias que no puedan ser evaluadas por las Pruebas Aleatorias de Control (PAC o RCT[3]) simplemente no son científicas ni efectivas. Esto es lo que yo he llamado el reverso perverso, y la perversidad no termina ahí, por el contrario. El siguiente paso es que las compañías de seguros se niegan a cubrir aquellas terapias que no están probadas; por consiguiente, ¡los institutos de enseñanza actualmente tienden a concentrarse casi exclusivamente en aquellas pocas terapias que sí alcanzan los criterios del abordaje Basado en Evidencia!

Como resultado de ello, un gran número de psicoterapias son vetadas del foro y una muy limitada cantidad de psicoterapias de corta duración y basadas en protocolos son promovidas como las únicas confiables. Puesto que son de corta duración y basadas en protocolos, son fáciles de enseñar y fáciles de aplicar, y tan es así hoy en día, que están en todas partes.
Sólo hay un pequeño problemilla: no funcionan. Primero que nada no funcionan porque están usadas con los pacientes equivocados, es decir: con los pacientes de verdad. Recuerden: estos métodos fueron probados con esos clientes muy raros que sólo tienen un problema. En la vida real, en los que en estos estudios son llamados “tratamientos naturalistas”, la mitad de los clientes no caben en un diagnóstico del DSM y cerca de dos tercios de ellos sufren de la tan llamada co-morbilidad. En segundo lugar, hay evidencia creciente de que en un post tratamiento de 18 meses, el resultado positivo inicial no se distingue de un efecto placebo.
La ironía de este descubrimiento es que ha llevado a los autores de un estudio en particular sobre este tema a la conclusión de que los pacientes necesitan repeticiones de este tipo de tratamiento de corta duración, para poder mantener el efecto positivo inicial (Westen, 2004, p.641). Defender un tratamiento a largo plazo es obviamente “ir demasiado lejos…”[4]

En resumen, la evaluación científica de la efectividad psicoterapéutica ha resultado en un empobrecimiento y reducción de la psicoterapia a tratamientos basados en protocolos y de corta duración. La creciente evidencia de que los resultados positivos iniciales de éstos no duran, está llevando más y más a la conclusión perversa de que es la psicoterapia como tal la que no funciona. Esto es perverso porque la conclusión correcta es que en primer lugar, la mayor parte de las psicoterapias no pueden ser examinadas por la metodología de PAC en razón de los mismos límites que esa metodología posee, y en segundo lugar que la mayor parte de nuestros clientes no pueden ser tratados con esos tratamientos examinados por Pruebas Aleatorias de Control.
No obstante, el daño ya está hecho y la conclusión perversa opera como profecía autocumplida. Me temo que en el futuro cercano, la decepción de la psicoterapia – es decir, de las Terapias Basadas en Evidencia- aumentará, y que la salvación se esperará venga cada vez más de la intervención farmacológica o inclusive neurológica. Esto será cada vez más el caso, puesto que la idea anterior ya está inscrita en el paquete de diagnósticos del DSM y en la metodología de PAC. De hecho, ambos pertenecen a un modelo de abordaje biomédico, queriendo decir con ello que los investigadores desarrollan nuevos diagnósticos y nuevos medicamentos o tratamientos en los laboratorios, que a su vez son promocionados por compañías farmacéuticas e institutos de enseñanza. La mercadotecnia está dirigida a médicos y terapeutas que tienen que aplicar estos nuevos productos o métodos. Nótese como en esta línea de pensamiento, los clientes son de hecho los médicos y los terapeutas, no los pacientes.
Estos procesos son muy recientes y son todo menos inocentes porque sus consecuencias llevan exactamente a aquellas situaciones que fueron denunciadas por la antipsiquiatría. Sin embargo, hay por lo menos una diferencia importante: ya no parece importarnos mucho. Incluso, por el contrario, hay un cierto cambio en el discurso social hacia esa dirección. Este es el segundo asunto que quiero considerar como peligroso para la existencia de la psicoterapia.
La psicoterapia estuvo profundamente arraigada en los sesentas y setentas, lo que significa que tanto terapeutas como los clientes compartían el mismo discurso social sin siquiera notarlo. Este discurso estuvo liberándose a si mismo de una muy estricta normatividad religiosa dentro de una sociedad patriarcal autoritaria. En consecuencia, los pacientes no sólo estaban sufriendo de culpa y frustración y anhelando libertad y autonomía. Además de eso y precisamente por ello, estaban profundamente convencidos de su responsabilidad personal e implicación propia en sus problemas- sólo recuérdese la católica “mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa”. Por supuesto, esto se conecta perfectamente con la expectativa implícita de cada psicoterapia clásica, es decir, que el paciente tiene una conciencia de enfermedad, que tiene “insight” sobre su propio problema – básicamente, esto significa que él o ella tiene un sentido de culpa y está preparado para intentar cambiar un número de cosas en su propia forma de vida.
Hoy en día, estas ideas han cambiado dramáticamente. La culpa se ha convertido en una palabra obscena, y si algo sale mal, la causa debe ser buscada en agencias externas. Sólo para darles una ilustración: hace un par de años, Fonagy y sus colegas dirigieron un estudio informal en una clínica infantil comunitaria ambulante de salud mental. Le preguntaron a los padres acerca de las más probables causas de los problemas de sus hijos. La respuesta más frecuente fue química cerebral, seguida de malos genes y malas amistades. La explicación número cuatro fue aditivos en la comida y finalmente, como la quinta causa probable, experiencias tempranas de vida. El mensaje es claro: nosotros – los padres- no tenemos nada que ver con el problema de nuestros hijos, es algo que salió mal en la maquinaria, no nos culpen (Fonagy, 2002, p.98). Esta idea llega tan lejos hoy en día, que aquel que solía ser la víctima puede que sea al que haya que acusar. Si un joven se roba tu celular y se le sorprende, la respuesta común será algo como esto: “es tu culpa, qué esperabas dejando tu celular de esa forma, ¡Lo estabas pidiendo a gritos!”
Obviamente toda esta idea de culpa e implicación personal ha cambiado radicalmente, incluso tan radicalmente que hoy en día nos topamos con las tesis exactamente opuestas. A ti no se te puede acusar, no, por el contrario, tú debes recibir todo aquello que quieras. Como siempre, podemos encontrar los mejores ejemplos en la industria de la publicidad, porque los niños genio de la publicidad no quitan el dedo del renglón. Uno de los nuevos slogans que vende equis producto sigue las siguientes líneas: “¡Porque usted se lo merece!”; “¡Porque tu cuerpo lo merece!”. La última variante que he leído fue “¡Porque tu perro se lo merece!”. Este es el nuevo credo que reemplaza a la pasada de moda “mea culpa”.
Y adivinen qué pasa cuando alguien que ha sido criado en este tipo de discurso, desarrolla un número de problemas psicológicos sin ningún esfuerzo serio de su parte. En el momento en que le aclaramos el punto de que las cosas no funcionan de esa manera, él o ella pronto pierde el interés y busca alguien que tenga algo mejor que ofrecer. Casi siempre esta oferta es - de nuevo- una de tipo farmacológico. Ello es mucho más fácil – “Tengo una depresión, mi terapeuta me dijo que es probablemente genética, y ahora tengo que tomar estas pastillas”, caso cerrado. Este tipo de razonamiento se está haciendo cada vez más extendido y generalizado hoy en día, porque encaja muy bien en el discurso social contemporáneo. Por encima de todo, ello se acomoda perfectamente a la conclusión perversa de que la psicoterapia no funciona de todas maneras, y entonces ¿para qué molestarse?, tómese una pastilla y sea feliz.
Esto me lleva al tercer asunto que amenaza a la psicoterapia. De hecho, este aspecto está muy asociado al anterior. En las últimas dos décadas, ha habido un cambio en los tipos de problemas que son presentados ante nuestra práctica clínica. Parece que los síntomas clásicos están desapareciendo, y que estamos enfrentándonos a una nueva forma de patología.
Es más, en vez de fobias, nos topamos con ataques de pánico. En vez de síntomas conversivos, nos encontramos con el trastorno de somatización. En vez de náusea histérica, existen trastornos alimenticios. Exagerando un poco, se puede decir que el paciente psiconeurótico dócil del ayer que soñaba con actividades sexuales prohibidas que resultaban en sentimientos masivos de culpabilidad que a su vez llevaban a síntomas obsesivos o fóbicos ha desaparecido casi por completo. En vez de todo eso, nos enfrentamos al paciente promiscuo y agresivo, paciente limítrofe que combina trastornos alimenticios con adicciones y auto-mutilación. Frecuentemente él o ella piden nuestra ayuda y la rechaza al mismo tiempo.
Si consideramos estas diferencias esquemáticamente, pueden ser resumidas en tres puntos. Primero que nada, estos nuevos síntomas casi siempre se relacionan con el cuerpo de manera directa, sin mediaciones. Solo piensen en las somatizaciones y los trastornos de la alimentación, pero también en la adicción, la auto-mutilación y las actuaciones. En caso de que los síntomas tradicionales hayan tenido un efecto en el cuerpo, era casi siempre de una forma indirecta. Más aun, en la mayoría de las veces, los síntomas clásicos tenían un efecto inhibitorio en el cuerpo.
Casi inmediatamente, nos encontramos con una segunda característica, de nuevo en contraste con la neurosis tradicional. Muchos de los nuevos síntomas son preformativos, pero no en el sentido teatral de la palabra, sino en el sentido de ser simples acciones. Mientras que el neurótico freudiano soñaba sin fin con cosas que podía hacer pero por supuesto nunca hacía, su contraparte contemporánea ya no sueña, él o ella prefiere actuar, y sus actos están dirigidos hacia el cuerpo, ya sea el propio cuerpo o el del otro, y nos enfrentamos con la agresión y la promiscuidad en lo real.
Una tercera diferencia es menos visible, especialmente porque concierne a algo que no está allí. En contraste con los síntomas tradicionales, los nuevos parecen estar desprovistos de sentido, son simplemente lo que son. El ejemplo más obvio es un ataque de pánico –para el paciente es sólo pánico, no hay otros significados ocultos, como en el caso de la construcción fóbica. Más aun, este ataque de pánico parece no tener nada en relación a la historia personal del paciente, aparece de la nada tal como desaparece sin dar ninguna razón obvia al respecto.
Finalmente, se tiene que mencionar que estas tres diferencias están montadas en un escenario totalmente diferente. Por lo general, el clásico sujeto neurótico estilo Woody Allen tiene una confianza básica hacia el otro. Viene a vernos con la convicción de que estamos dispuestos a ayudarlo e incluso, que tenemos el poder para ofrecerle ayuda. Parece que el nuevo paciente toma la posición opuesta. Empieza con una básica desconfianza hacia el otro y no está preparado para hacer una excepción con el terapeuta. Demanda ayuda e insiste en ello, pero al mismo tiempo es más hostil que cooperativo. Más aun, no está preparado para tomar responsabilidad por algún fracaso, por el contrario, es culpa del otro.
Estas diferencias recurrentes atestiguan el cambio en la praxis clínica contemporánea, revelando que algo debió haber cambiado en la historia psicodinámica de estos pacientes también. La relación con lo anterior, es decir, el cambio en el discurso social, es obvio, pero esto no significa que estos cambios sean fáciles de entender o de explicar, por el contrario. En los últimos años, hemos estado trabajando con estos asuntos en la Universidad de Ghent y nuestra conclusión principal hasta hoy es que para un creciente número de personas, algo ha cambiado en su historia de desarrollo. Para ponerlo en términos Lacanianos, algo salió mal en el estadio del espejo, es decir, el período en el que la formación de la identidad empieza en combinación con la regulación pulsional. Parece que el Otro contemporáneo – es decir, los padres, pero también el orden simbólico – está fallando cada vez más en tomar su función especular. El resultado es que el niño no desarrolla una forma psicológica, por medio de representaciones, de manejar sus pulsiones y la excitación que llevan consigo. Más aun, la formación de identidad como tal está imposibilitada también.
Consecuentemente, la elaboración de las pulsionales se mantiene atorada a nivel somático, es decir, en el nivel original de lo Real. Esto explica porqué los síntomas se dirigen al cuerpo de forma directa e incluso en forma performativa. Explica también su falta de significado, estando más cerca de una “Abreacción”que de cualquier tipo de mecanismo de defensa. En mi razonamiento, esto nos lleva a lo que Freud ha llamado neurosis actuales. Por falta de tiempo, no puedo ahondar en nuestra interpretación contemporánea de la teoría de Freud; me basta con decir que la característica principal de las neurosis actuales es el fracaso para procesar la excitación pulsional vía representaciones (see Verhaeghe, 2004). A la luz de la teoría de Lacan sobre el estadio del espejo y la teoría de Freud sobre el desarrollo de la identidad, este fracaso de la capacidad de representación tiene que ser entendido por medio de un fracaso en la relación con el Otro primordial. Normalmente, esto es: en la psiconeurosis clásica la excitación pulsional obtiene un recubrimiento de representaciones y encuentra una expresión simbólica por medio de síntomas con sentido y que son analizables de manera también clásica. En el caso de las neurosis actuales, este proceso representacional está seriamente impedido. El efecto con respecto al cuadro clínico es una ausencia de síntomas “con sentido” combinada con la preponderancia de los ataques de pánico y fenómenos somáticos relacionados con la angustia, estos últimos siendo la expresión de la excitación original. Consecuentemente, la excitación obtiene proporciones excesivas y encuentra una salida por medio de acciones que están dirigidas ya sea al propio cuerpo o al otro.
La historia psicodinámica de estos pacientes nos permite entender estas diferencias con el tradicional psiconeurótico. El asunto crucial en la neurosis actual es la combinación entre una posición ambivalente hacia el Otro y la ausencia de lo representacional sobrellevando la excitación pulsional. En consecuencia, el foco se mantiene por mucho sobre lo real del cuerpo y sobre el actig-out. Es importante entender que este acting-out no tiene un sentido o significado oculto que pueda ser interpretado. El único objetivo es deshacerse de la tensión interna. Angustia y depresión no son poco frecuentes, pero una vez más, son diferentes comparadas a la versión psiconeurótica. Son mucho más elementales, no existen capas subyacentes a ellas. Esto nos conduce a la transferencia típica. La postura del neurótico actual hacia el otro es bastante contradictoria. Por un lado, este otro es necesitado, porque el sujeto demanda una respuesta. Por otro lado, este paciente no espera mucho del otro, porque el Otro primordial no le presentó mucha ayuda tampoco.[5]

No abordaré las razones por las cuales estos cambios han sucedido, porque no conozco las respuestas. De todas maneras, es bastante obvio que este cambio tiene un número de implicaciones para la psicoterapia, con cualquier forma de tratamiento que ésta pueda tomar. Les daré la implicación más importante de inmediato. La psicoterapia tradicional no opera con este tipo de paciente. Aun peor: la psicoterapia tradicional corre el riesgo de reforzar esta neurosis actual. Claro que esto se añade a la idea contemporánea de que la psicoterapia por sí misma no es útil.Este resultado inesperado llega de la siguiente forma. El paciente con neurosis actual tiene un problema, y espera una respuesta del otro. El asunto aquí es que él no presenta su problema de la manera que nosotros esperamos que lo haga, porque como psicoterapeutas, buscamos síntomas con sentido y material con significado que podamos interpretar. Un paso más allá y consideramos esta imposibilidad para representar la experiencia interna como una forma de resistencia al tratamiento. Pues bien, esto es exactamente la repetición del problema original: el hijo presentó un problema al otro, pero este otro fracasó en su reacción especular y no presentó una respuesta, mucho menos una solución. El paciente presenta su problema de una forma que no llena nuestras expectativas. Se frustra y encuentra su expectativa confirmada: el otro no le ayuda. El terapeuta se frustra también: este cliente no coopera, no quiere nuestra ayuda y va más lejos aun acusándonos de no ser de mucha ayuda que digamos. Ambas partes endurecen sus posiciones y el proceso terapéutico no es terapéutico en lo absoluto, sino todo lo contrario.
En este punto podemos regresar a la conclusión sabia de Freud: la técnica psicoanalítica en su forma original no funciona. Es decir, la libre asociación es muy difícil y la interpretación no es muy útil, por las típicas características de la neurosis actual. De hecho, yo puedo incluso extender la conclusión de Freud: la mayoría de las psicoterapias tradicionales no funcionarán, porque la mayoría de las psicoterapias operan por medio de lo que yo llamaría deconstrucción, y esto va para la terapia cognitivo conductual inclusive. En el caso de las neurosis actuales, no hay nada que deconstruir, y ese es su problema precisamente. Exagerando un poco, puedo decir que tenemos que tratar a estos pacientes con un tipo de psicoterapia que sea diametralmente opuesta al tratamiento clásico. En vez de la deconstrucción y el análisis, tenemos que dirigirnos a la construcción y la síntesis, ambas en materia de síntomas y transferencia. El problema es que no estamos entrenados para ello, y que en la mayoría de los casos ni siquiera vemos el problema, la única cosa que vemos es más bien otro cliente que no quiere cooperar…Pero ya que su número crece y crece, esto puede terminar muy bien en la conclusión opuesta, a saber, que los terapeutas no cooperan, que la resistencia es nuestra- incidentalmente esto es algo que Lacan dijo hace unos veinte años (“la única resistencia es la resistencia del analista”). Desde mi punto de vista, es muy posible tratar a estos clientes con psicoterapia, siempre y cuando reconsideremos las metas y los métodos para alcanzarlas.
Es tiempo de llegar a mi conclusión. Como ya he explicado, hay tres asuntos que amenazan la vitalidad de la psicoterapia, y si queremos sobrevivir, necesitamos enfrentarlas. Esta amenaza es más real aun, porque estos tres asuntos tienden a reforzarse entre ellos.
Primero que nada, en vez de pelearnos entre nosotros y tratar de probar que nuestro abordaje es el mejor, las diferentes escuelas de psicoterapia deberíamos pelear contra la infantilización del DSM y su correspondiente cambio hacia la farmacología y la pseudo-neurología. Consecuentemente, debemos tomar una parte mucho más activa en el discurso social contemporáneo y decirle al público que no hay respuestas fáciles.
En segundo lugar, necesitamos desarrollar métodos genuinamente científicos propios para probar la efectividad de las psicoterapias de verdad con pacientes de verdad.
En tercer lugar, necesitamos estar completamente alertas a los cambios en la psicopatología actual, necesitamos adaptar nuestros métodos psicoterapéuticos como corresponde. Desde mi punto de vista este último asunto es el más interesante y desafiante, pero si fracasamos en alcanzar los dos anteriores, ya no quedarán más desafíos…..
References
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Westen, D., Novotny, C. & Thompson-Brenner, H. (2004). The Empirical Status of Empirically Supported Psychotherapies: Assumptions, Findings, and Reporting in Controlled Clinical Trials. Psychological Bulletin, 130, 4: 631-663.
[1] Traducción por Miguel Martínez y Héctor Mendoza con autorización del autor.Texto original: Dublin City University. Health4Life Conference 2007. Thinking, Feeling, Being: Critical Perspectives and Creative Engagement in Psychosocial Health. 10-13 September 2007.http://www.dcu.ie/health4life/conferences/2007/
[2] El doctor Paul Verhaeghe es profesor emérito de la Universidad de Ghent y encabeza el Departamento de Psicoanálisis y Asesoramiento Psicológico. Enseña psicodiagnósticos clínicos y psicoterapia psicoanalítica y también trabaja como psicoanalista en consulta privada. Su primer libro ¿Existe la mujer? (1999) es un estudio extenso sobre la histeria basado en Freud y Lacan. Su segundo libro El amor en tiempos de la soledad (2000) nos lleva a un análisis crítico de nuestra vida amorosa actual; se volvió un bestseller internacional y fue publicado en 8 idiomas diferentes. Una selección de sus artículos fue publicada en Beyond Gender. From Subject to Drive, donde él reconsidera el papel de la sexualidad. Su último libro On being Normal and other Disorders: a Manual for Clinical Psychodiagnostics (2004) recibió el premio Goethe por Erudición en Psicoanálisis y es considerado como la respuesta psicoanalítica al fracaso del DSM. Sus últimas investigaciones se concentran en las tan nombradas formas de Psicopatología.


[4] N. T. [“a bridge too far…” nombre de una película cuyo título se ha popularizado como dicho popular]

[5] Elaboré estas ideas en un libro (Verhaeghe, 2004) así como también en artículos conceptuales recientes (ver:Verhaeghe & Vanheule, 2005, in press; Verhaeghe, Vanheule, & De Rick, in press). Investigadores de mi departamento empíricamente validaron un número de ideas ahí propuestas ahí (ver: De Rick & Vanheule, in press; Vanheule, 2006, 2007a, 2007b, 2007c).


jueves, 24 de abril de 2008

El ser humano es irracional, cuestiones filosòficas...

Dicen que siempre es bueno dejarse guiar por las asociaciones libres, asi que este escrito me pareciò muy bueno pues son ideas que vinieron repentinamente a mi cabeza, y pienso que son bastante ciertas, duele la cruda realidad... Acepto comentarios.

El humano es un ser irracional. Los animales son más racionales que nosotros. En filosofía en general, y especialmente en antropología filosófica, se llama acción racional a aquella en que el agente sopesa consistentemente los medios de los que dispone para alcanzar los fines que se ha propuesto, de modo que pueda lograrlos de la mejor manera posible. Acción racional es aquella que cumple las siguientes características:

-no ha de ser arbitraria, es decir, ha de estar orientada hacia algún fin;
-los fines determinados han de ser lógica y pragmáticamente coherentes;
-de haber fines a plazos temporales y niveles lógicos distintos, el conjunto de fines debe estar articulado;
-los fines de la acción han de ser fines adecuados, es decir, ofrecer beneficios reales al agente;
-los medios disponibles y su utilización eficaz deben conocerse adecuada, si no exhaustivamente;
-los cambios en los recursos y en la situación, tanto materiales como intelectuales, deben reflejarse en la acción.

¿Qué acaso el animal no orienta sus acciones a un fin específico y nada más? ¿Sus fines no tienen coherencia? ¿No tienen fines articulados, que ofrecen beneficios reales a sus autores? ¿No conocen los medios disponibles para alcanzar los fines? ¿Sus cambios internos no se reflejan en la acción?

Aunque pensemos que el ser humano es superior a todas las otras criaturas, por supuestamente poseer la racionalidad, yo creo que no es así. El ser humano, mas por ser racional, debería distinguirse por ser irracional. Pues el animal consigue su comida con un fin específico, con medios específicos, obteniendo los beneficios que requieren… su actividad sexual está orientada a perpetuar la especie, solo comen lo necesario, atacan solo cuando se sienten agredidos.

En el humano se da todo lo contrario, pues debido a un elemento irracional, el cual es el sentimiento, se ve sumergido en las mas extrañas conductas: comer más de lo necesario, tener sexo sin procrear, matar a otros humanos o animales sin una razón lógica… Si los sentimientos son irracionales, por su simple condición de ser sentimientos, y el ser humano posee sentimientos, luego entonces el ser humano es irracional.

En el psicoanálisis se plantea que vivimos en una situación dualista, y a mi parecer, bastante irracional: actividad-pasividad, sadismo-masoquismo, amor-odio. Menciona Lacan que amar es “dar lo que no se tiene”, frase que puede tener muchas connotaciones y refleja la intensa irracionalidad del ser humano. El mismo autor afirma que nos movemos a través del deseo, y que lo peor que le podría pasar a alguien es conseguir algo que desea, porque lo que ya se tiene, ya no se puede desear, y al sujeto le faltará algo, somos “sujetos en falta”.

El punto al que quiero llegar es que por más lógicos que nos creamos, por más racionales e inteligentes, caemos en la cuenta que también somos animales, animales pensantes, superiores ¿o a veces inferiores? a los demás. No pensemos que poseemos todo el conocimiento, pues bien decía Sócrates que hay que ser lo suficientemente sabios para saber que no poseemos toda la sabiduría, y no ser tan tontos como para creer que ya la poseemos toda.

Hagamos un esfuerzo por en verdad ser racionales, pero no neguemos nuestra eterna naturaleza irracional.

viernes, 4 de abril de 2008

Opiniones respecto a este blog y su futura continuación, necesito de sus opiniones…

por Carlos Arquieta

Entiendo que ha sido mucho el tiempo que ha pasado desde la ultima vez en que subí el articulo sobre el amor (el cual podría ser modificado en algunos puntos esenciales, ya veremos…). La pregunta obligada seria: ¿por qué tardar tanto en escribir otro artículo? Me justifico de esta manera. Además de estar entre la lectura de otros libros para mejor documentación y poder proveer mejores datos, tuve dificultades para saber que tipo de artículos escribir. Han sido variados, y la temática sigue y seguiría envolviendo al psicoanálisis. Sin embargo, he tenido conflictos en cuanto a teorías.

En este tiempo, después del artículo anterior, empecé a adentrarme en cual era la ideología de otro psicoanalista: Jacques Lacan. No dudo que los puntos que toca Lacan son bastante interesantes, y su teoría es tan extensa como la del mismo Freud, padre del psicoanálisis (esto es obvio, puesto Lacan habla de un “retorno a Freud”, siendo ese “retorno” cuestionable). También es en algunos puntos de la psicología lacaniana en los que me podría basar para las modificaciones del artículo existente del amor. Sin embargo, varios maestros empezaron a influir en mis ideas. Empecé a tener problemas para leer a Lacan, problemas de no poder entender aspectos de la teoría (quien ha leído a Lacan no me dejará mentir en cuanto a la dificultad). Es aquí donde recibí ciertas opiniones como “los lacanianos tienen un discurso muy seductor, pero no dicen nada”. Me sugirió esa persona que empezara por las obras de Freud (reconozco que solo he leído dos de ellas). Otra persona me dijo que una de las mejores teorías es la de Melanie Klein, otra psicoanalista, de la cual he leído muchos artículos, y reconozco que tiene muy buenas propuestas. Podrán ya entender mi confusión en cuanto a sobre lo que debería de poner más atención. Sin embargo, creo que la más sabia es la primera opinión: deberíamos tener un “inicio” en Freud.

El por qué escoger eso es sencillo. Siendo el padre del psicoanálisis, es ilógico leer interpretaciones de su teoría si no la conocemos primero desde su mismísima fuente. Sin embargo, esto podría afectar los artículos del blog por ciertas razones. En primer lugar, se dice que hay que leer a Freud por fechas, así que habría que leer desde “Estudios sobre la histeria” y de ahí en adelante, irse en orden, lo cual nos deja ver que talvez me tomaría mucho tiempo leer las obras, sacar conclusiones, y ala vez escribir los artículos. Seria un tanto difícil también escribir sobre temas mas avanzados, porque se interrumpiría la lectura ordenada. Otra razón es que algunos dicen que Freud ya está “obsoleto” y que sus aportaciones ya no son de utilidad en la clínica psicoanalítica actual (lo cual pienso es totalmente falso), y para algunos lectores los artículos podrán sonar repetitivos o fuera de nuestro contexto histórico (cuidado con la represión, muchachos, jeje).

Teniendo en cuenta esto, he llegado a ciertas conclusiones en cuanto al blog: la posibilidad de no subir artículos de una manera muy frecuente, pues estaría en un muy largo periodo de documentación en cuanto a textos Freudianos se refiere. También, seria posible que este espacio tocara más frecuentemente las temáticas del psicoanálisis freudiano ortodoxo: complejo de Edipo, falo, castración, ello, yo y superyò, consciente, preconsciente e inconsciente, etc. El motivo ya lo he expuesto: mis lecturas serán propiamente freudianas. Es una decisión que he tomado por razones de propedéutica, pues es necesario entender a Freud para uno hacer sus propias “teorizaciones”, y no solo leer y aprenderse “interpretaciones de las interpretaciones”.

El fin de todo esto también sería formar un verdadero espacio de debate como se había prometido. No solo leeríamos a Freud, sino que también estaríamos en una posición de crítica. Trataríamos de incluir algunos cuestionamientos y criticas a la teoría de Freud en mis artículos, obviamente buscando la posibilidad de formar un pensamiento mas completo sobre el psicoanálisis. Usted, estimado lector, estaría en su derecho de contestar los cuestionamientos que se hagan, o por qué no, plantear nuevos cuestionamientos y criticas.

Ahora, dejo esto para recibir opiniones de cómo facilitar algunas cosas, porque veo en esto una tarea un tanto complicada. Ya he planteado posibilidades de mantener el blog abierto, pero también he pensado en otra posibilidad. He llegado a pensar en cerrar el blog y reabrir uno cuando mi formación de psicólogo haya terminado, mas todavía no estoy seguro de qué decisión tomar. Pienso que la posibilidad de mantenerlo abierto con las ideas ya propuestas sería buena, pero a la vez nos ponemos en una situación difícil (mi posición de estudiante no me permite disponer de mucho tiempo). El error de haber abierto este blog apenas lo he descubierto: no empezamos con las obras de Freud ya leídas, y nos falta saber mucho de él.

No es mi punto sonar negativo, les repito, busco opiniones, así que dejare este artículo como cuestionamiento, o talvez como articulo final: dependiendo de las opiniones que reciba y de las conclusiones a las que pueda llegar, o empezaremos con un nuevo ciclo de artículos, o se pensará en la posibilidad de cerrar el blog. Se agradecen sus comentarios.

sábado, 9 de febrero de 2008

Amarte duele… pero soy masoquista! El amor desde un punto de vista neopsicoanalítico

Por Carlos Arquieta

¿Qué es el amor? Esta pregunta ha ocupado el pensamiento de grandes pensadores a través de los tiempos, y sin duda lo sigue haciendo en nuestros días. Aun y con todas las definiciones que se han proporcionado, me atrevo a decir que nuestra sociedad no ha logrado entender el verdadero significado del amor. ¿Qué es el amor verdadero? Lamentablemente varios de nosotros creemos saber el significado y creemos que lo sentimos, cuando la verdad es que nos vemos sumergidos en “pseudo amores” o en relaciones destructivas o egoístas. No con esto quiero decir que no existe el amor verdadero, pero si en verdad lo queremos poner en practica debemos entender lo que significa, y no creer que ya lo sabemos todo solo por experiencia. Reitero que nuestra labor como psicólogos es buscar el por qué ultimo de la conducta humana, así que sería valido también hacer un análisis sobre el complejo tema del amor. Este artículo se lo dedico en especial a todos mis amigos, a quienes aprecio mucho y espero siempre contar con ustedes, y decirles que cuentan conmigo para lo que les pueda servir. Estimados lectores, espero sea de su agrado.

El enfoque

Este artículo estará fundamentado en las teorías neopsicoanalìticas de Erich Fromm, las cuales explican el comportamiento humano no solo a partir de un punto de vista mecanicista, ortodoxo, como los impulsos descritos por Freud, sino que también se le da una importancia clave a la situación cultural y social en la que el individuo se desenvuelve. Así, veremos el concepto de amor desde un punto de vista psicoanalítico, mas no ortodoxamente como un impulso o como la búsqueda total de placer a partir de un objeto. Exploraremos las dimensiones personales y psíquicas del sujeto, así como los factores sociales que influyen en sus decisiones acerca del amor. Veremos también como vivimos en una sociedad “solitaria”, en la cual se busca un objeto de amor para buscar superar la propia soledad que tanto carcome al ser humano. Buscar a alguien para mitigar la soledad suena lógico, pero hasta que punto llegamos a verdaderamente a amar a la persona y a desear su felicidad y libertad, ahí es donde esta la “clave del amor”, y es ahí donde encontramos a veces fallas y vemos relaciones “sado-masoquistas”. Sin más preámbulos, comencemos el análisis.

¿Amar es difícil?

“Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones, y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor.”
Bien, esta frase de Fromm es muy cierta, y quien se ha sentido enamorado o enamorada alguna vez no me dejará mentir. Sin embargo, es nuestra actitud frente al amor lo que lo hace tan difícil.

Imagina que alguien te gusta y le pides que sea tu pareja. ¿Qué hacemos cuando esta persona nos dice que no, por una u otra razón? Puede aparecer un sentimiento de tristeza, tal vez porque no nos sentimos amados, y es ahí donde se encuentra uno de los grandes problemas sobre el amor: uno busca sentirse amado, pero no se enfoca en amar. Que pena que esa persona no nos ha aceptado, pero se han puesto a pensar: ¿en verdad esa persona merecía tu amor? O mejor… ¿tú merecías a esa persona? Es algo que no pensamos, e inmediatamente nos sumergimos en un sentimiento de menosprecio, lo cual no debería ser así.

Cambiemos de perspectiva. Esa persona te dijo que sí. Nos sentimos en las nubes, entramos a un gran estado de “enamoramiento”, pero ¿Cuánto tiempo? Ese es otro gran dilema del amor: ¿hasta cuando somos capaces de amar? El enamoramiento es precioso, pero amar verdaderamente no es la cosa más sencilla del mundo.

El amor en la sociedad contemporánea

El amor como mercado

Lamentablemente nuestra misma sociedad capitalista nos ha llevado a ver la búsqueda de objeto de amor como un proceso de mercado. “Quiero hacer un buen negocio; el objeto debe ser deseable desde el punto de vista de su valor social y, al mismo tiempo, debo resultarle deseable, teniendo en cuenta mis valores y potencialidades manifiestas y ocultas. De ese modo, dos personas se enamoran cuando sienten que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado, dentro de los límites impuestos por sus propios valores de intercambio.” ¿Es mentira? Observemos el mundo que nos rodea, observemos a aquellas madres, amistades u otras personas que influyen en nosotros diciendo: “Oye, es que el no te conviene, mira, no estudia”, “que te pasa, si esta bien fea, como te fijas en ella”, “hijo, no la escojas, es una destrabancada, y mira como se viste”, “Hija, mira, es muy buen sujeto trabaja y gana buen sueldo…”, “Oye, no es de tu religión, yo creo que no te conviene”. Así convertimos a nuestros semejantes en mercancías que tienen un valor por las habilidades o atributos que poseen, y nos olvidamos que, como nosotros, son humanos, y que detrás del verdadero amor esta el amor al Hombre, al ser humano en general.

La soledad

Otro aspecto importante es el sentimiento de aislamiento o soledad que siente el ser humano. Esa soledad es alimentada por la sociedad, por ejemplo, a partir de que se nos dice que somos libres, que cada quien tenemos la capacidad de decidir. Los medios de comunicación nos bombardean de información sobre diferentes productos, supuestamente dándonos la oportunidad de elegir. Pero eso no es verdad, se aprovechan del sentimiento de soledad o “separatividad” del ser humano, y en verdad uno se vuelve dependiente de las grandes compañías y de los productos que ellas nos ofrezcan. Esto lo comparo con como el ser humano, en su afán de evitar la soledad, busca ser dependiente de otros para mitigarla.

Algo que en cierta medida se puede añadir al tema de la soledad es la percepción que se tiene del dar y recibir cariño en la sociedad actual. Podemos analizarlo a partir del siguiente fragmento de Karen Horney, en su libro “La personalidad neurótica de nuestro tiempo”: “Uno de los rasgos predominantes de los neuróticos de nuestro tiempo es su excesiva dependencia de la aprobación o del cariño del prójimo. Todos deseamos ser queridos y sentirnos apreciados, pero en los neuróticos la dependencia del afecto o de la aprobación resulta desmesurada {…} Si bien todos queremos gustar a las personas que nos agradan, los neuróticos están presos de un afán indiscriminado de estima o afecto, independientemente de su interés por la persona respectiva o de la trascendencia que adjudican a su opinión. En la mayoría de los casos no se dan cuenta de estos insaciables anhelos, pero los traducen en la sensibilidad con que reaccionan al no obtener la ansiada atención. Así por ejemplo, pueden sentirse heridos por el mero hecho de que alguien no acepte sus invitaciones o deje pasar algún tiempo sin hablarles por teléfono {…}; tal hipersensibilidad es susceptible de ocultarse, empero, bajo una actitud de ¡qué me importa!”

¿Acaso esto no es suficiente para demostrar que el ser humano se siente solo? Y pero aún, es increíble cuando una persona, aun siendo maltratada, humillada, tratada como un “objeto” por su “amado” o “amada”, continúa convencida de que es amor lo que siente. Siente como si dependiera de la otra persona, y se ciega totalmente ante la esclavitud que padece. Así mismo, el ser que somete y humilla, afirma y jura que trata así a la otra persona porque la “ama”. A mi opinión personal, no puede haber mayor farsa que tales afirmaciones.

Pongo estos primeros ejemplos para entrar a un tema mas profundo sobre la soledad que siente el hombre, puesto que el amor se ha visto afectado por esta situación, se ha visto desfigurado por mecanismos de evasión que utiliza el ser humano para evitar su soledad. Uno, como en el ejemplo anterior, es la dependencia, y otro, es la búsqueda de poder sobre otro.

Sadismo y masoquismo: el lado oscuro del “amor”

Podemos introducirnos al amor como una relación sado-masoquista, a partir del análisis que hace Fromm en su libro “¿tener o ser?”, donde se diferencian dos maneras de manifestar amor, en el modo de tener o en el modo de ser. Por motivos de facilitar comprensión y no mezclar temas, hablaremos primero del modo de “tener”, que es el que nos interesa en el análisis de las relaciones sado-masoquistas.

No puedo aclarar mas la situación del amor actual que como lo describe Fromm, veamos: “Experimentar amor en el modo de tener implica encerrar, aprisionar o dominar al objeto “amado”. Es sofocante, debilitador, mortal, no dador de vida. Lo que la gente llama amor la mayoría de las veces es un mal uso de la palabra, para ocultar que en realidad no ama”. Aquí es donde me detengo. Esto quiere decir que en verdad confundimos el amor con algo más. ¿Pero qué es ese algo que esta disfrazado como “amor”?

Fromm describe los impulsos sado-masoquistas a partir de un concepto al que llama “carácter autoritario”. Para la persona con carácter autoritario, solo existen dos tipos de personas, las que tienen poder y las que no lo tienen. La persona con impulsos sádicos puede mostrar su carácter de manera más abierta, o menos reprimida o escondida, pues tienden a ser personas que con su misma forma de ser demuestran la necesidad de dominar. Esos esposos golpeadores, parejas celosas y humilladores, son algunos ejemplos. Sin embargo, la persona con carácter autoritario también puede presentar otras manifestaciones de conducta, como la total admiración por la figuras de mayor poder que él. Incluso podríamos decir que quien no tiene poder no tiene significado para él. Así, por eso encontramos el par sado-masoquista aquí: “me dejo someter ante los que tienen poder, por el amor al poder mismo que yo siento, y desprecio, ataco y humillo a quienes no lo posean.” Sin embargo, estos procesos no son conscientes. La pregunta sería: ¿dónde se presentan estos fenómenos en la cabeza de un sujeto con estas manifestaciones de sadismo, y a la vez de auto humillación ante personas con mayor autoridad?

Quien se ve en la posición de explotado llega a presentar sentimientos de hostilidad y resentimiento ante el explotador. Pero como regularmente este explotado se ve en cierta manera necesitado del explotador, por ejemplo cuando es la pareja o algún familiar, sólo puede reprimir esos sentimientos de odio y presentar sustitutos de sentimientos, llegando incluso a reemplazarlos por una profunda admiración hacia el explotador. Así se acaba deseando poder, bajo la sumisión ante alguien más. De nuevo nos encontramos con contradicciones, dos sentimientos a la vez, ser sometido y poder tener “el poder”. ¿Por qué la necesidad de ser explotado? Aun y que varias de esas personas se saben conscientemente dominadas, y desean por todos los medios librarse de la opresión, hay algo inconsciente que los mueve a verse humilladas y dominadas. Esto requiere un análisis más profundo todavía, y lamento tenerles entre tantas ideas, pero el tema lo requiere por su extrema complejidad. Analicemos pues, los procesos inconscientes del sadismo y del masoquismo.

Procesos inconscientes del sadismo y el masoquismo

Destaquemos algo que tienen en común los impulsos sádicos y masoquistas: en ambos se busca “abandonar la independencia del yo individual propio, para fundirse con algo o alguien, exterior a uno mismo, a fin de adquirir la fuerza de que el yo individual carece.” Recordemos que al ser pequeños, estábamos totalmente bajo la dependencia de nuestros padres u otras figuras de autoridad, a los cuales podemos llamar vínculos primarios; así, al crecer, se dan estas tendencias a buscar de nuevo la seguridad, la protección, buscando formar nuevos vínculos secundarios que sustituyan a los primarios que se han dejado atrás. Este proceso se da en cierta medida en todos los individuos, pero podría considerarse negativo cuando ese vínculo secundario no busca la felicidad de la otra persona, cuando ese ser amado única y exclusivamente busca ser amado también. Vuelvo a la hipótesis de que estos tipos de impulsos son una búsqueda de que alguien sostenga mi propio yo, pues yo no lo puedo sostener. Veamos los impulsos por separado para confirmar la hipótesis.

En el individuo con tendencias masoquistas se presentan sentimientos de inferioridad, insignificancia e impotencia. Lo curioso es que aun y que la persona se queja de sufrirlos, hay algo inconsciente que lo orilla a manifestar comportamientos de sometimiento ante alguien más, e incluso a sentirse de esa manera. Es una falta de independencia, una enorme necesidad de sometimiento provocada por “el miedo a la libertad”. Son incapaces de manifestar un “yo soy” o un “yo quiero”. Hay casos extremos en los que hasta se infligen sufrimiento y castigos.

Estos sentimientos a veces se racionalizan. La dependencia masoquista se confunde con amor y lealtad, los sentimientos de inferioridad como la expresión adecuada de defectos realmente existentes (la persona se siente inferior porque afirma que en la realidad lo es), y los sufrimientos como si fueran por circunstancias irremediables (“me lo merezco o Dios así lo quiso”).

¿Que sucede? Este individuo se percibe solo ante un mundo hostil. Percibe su libertad como individuo de manera negativa. La forma en que busca escapar es, entonces, aniquilando su propio yo, reduciéndolo a la nada, y sometiéndose ante otro vinculo que lo pueda sostener. Se ve en el otro a un “auxiliador mágico”, que rescata, que nos puede salvar. Lamentablemente, como ese auxiliador mágico es humano, puede en algún momento no cubrir nuestras expectativas y defraudarnos. De ahí lo negativo de idealizar al objeto amado. Con este planteamiento queda satisfecha nuestra hipótesis.

Pasemos al sadismo. La tendencia sádica es un constante deseo de mostrar el poder ante el sometido. Humilla, y a veces tortura, a su objeto de “amor”. El sadismo se trata de racionalizar más que la tendencia masoquista. Encontramos así individuos que afirman que tratan así a su pareja porque las “aman”. ¿Será cierto? ¿Cómo podemos satisfacer nuestra hipótesis con el sádico, si él no parece mostrar ninguna dependencia o debilidad, sino muestra poder y dominación? Veamos.

Algo que muchas veces se ha pasado por alto es la fuerte dependencia del sádico en cuanto a su objeto. Me refiero a que si lo pensamos, el sádico no es nada sin su objeto. No lo ama, pero sí lo necesita, pues sino, ¿a quien dominaría? Recordemos que ellos también tienen mucho aprecio por figuras de más poder. Así, escogen objetos mas débiles o manipulables. Y digo objetos porque es así como los perciben: como objetos que satisfacen su soledad. “Sin ti, no soy nada”, “sin ti, la vida no tendría sentido”, les suena esa frase…

Simbiosis

Introduzco finalmente este fragmento de “El miedo a la libertad” de Fromm para dar conclusión a este tema y resumir la relación de muchas parejas en la actualidad. Es información importante para dejar clara esa relación simbiótica, mutuamente destructiva que se da en la sociedad contemporánea: “No cabe duda de que, con respecto a las consecuencias prácticas, el deseo de ser dependiente o de sufrir es el opuesto al de dominar o de infligir sufrimiento a los demás. Desde el punto de vista psicológico, sin embargo, ambas tendencias constituyen el resultado de una necesidad básica única que surge de la incapacidad de soportar el aislamiento y la debilidad del propio yo. Propongo denominar “simbiosis” al fin que constituye la base común del sadismo y el masoquismo. La simbiosis, en este sentido psicológico, se refiere a la unión de un yo individual con otro (o cualquier otro poder exterior al propio yo), unión capaz de hacer perder a cada uno la integridad de su personalidad, haciéndolos recíprocamente dependientes. El sádico necesita de su objeto, del mismo modo que el masoquista no puede prescindir del suyo. En ambos casos se pierde la integridad del yo. En el primero me pierdo al disolverme en el seno de un poder exterior; en el segundo me extiendo al admitir a otro ser como parte de mi persona, y si bien aumento de fuerzas, ya no existo como ser independiente. Es siempre la incapacidad de resistir a la soledad del propio yo individual la que conduce al impulso de entrar en relación simbiótica con algún otro. {…} La gente no es sádica o masoquista, sino que hay una constante oscilación entre el papel activo y el pasivo del complejo simbiótico, de manera que resulta a menudo difícil determinar qué aspecto del mismo se halla en función en un momento dado. En ambos casos se pierde la individualidad y la libertad.”


El arte de amar

Así, la hipótesis de que esas tendencias son una búsqueda de que alguien sostenga el yo propio, de que alguien mitigue mi soledad, se confirma tanto en el sadismo como en el masoquismo. Pasemos ahora sí al momento esperado. Si el amor lamentablemente se ha visto desfigurado hacia la conversión de un mercado, hacia una forma de mitigar la soledad… Entonces, ¿qué hemos descuidado?, ¿Qué es lo correcto?, ¿Cuál es el verdadero “arte de amar”?

El amor desde el modo del “ser”

Al principio del tema del sado-masoquismo comentaba sobre el amor desde el modo de “tener”, recordemos: “Experimentar amor en el modo de tener implica encerrar, aprisionar o dominar al objeto “amado”. Es sofocante, debilitador, mortal, no dador de vida. Lo que la gente llama amor la mayoría de las veces es un mal uso de la palabra, para ocultar que en realidad no ama”.

No es posible tener amor, puesto que no es una cosa que se pueda poseer. El amor es un actuar constante, una actividad productiva. “Implica cuidar, conocer, responder, afirmar, gozar de una persona, de un árbol, de una pintura, de una idea. Significa dar vida, aumentar su vitalidad.” ¿Acaso no es totalmente lo contrario alo que se vive hoy en día? Hoy buscamos tener, recibir cariño, tener pareja, y hemos olvidado que el amor es un modo de ser. Nos olvidamos que nuestro amor debe ser una búsqueda de la plena libertad individual del otro, así como la de nosotros mismos.

¿“Rendirse al amor”?

Fromm dice que no es posible rendirse al amor puesto que eso denotaría pasividad. Pienso que está en lo correcto, puesto como ya vimos que el verdadero amar es una actividad constante. Es la búsqueda constante de la felicidad de ambos miembros de la pareja.

Sería equivocado afirmar que es amor cuando dependemos de la otra persona, que “sin ella, no podríamos vivir”. También sería equivocado denotar al amor como algo exclusivo para el objeto amado. No hay un único amor a una sola persona, y que eso implique negar el amor a las demás. Esto sería volver a una relación de dependencia, de rendimiento, de sado-masoquismo. La persona a quien amamos debe considerarse como la encarnación de todos los caracteres humanos. El verdadero amor es un amor al ser humano, al Hombre en general. Así, cuando amamos a nuestra pareja nos amamos a nosotros mismos y a nuestros semejantes, puesto todos somos humanos.

Nos unimos con la otra persona, pero no para depender de ella ni que ella dependa de nosotros, sino para que ambos busquemos la felicidad y libertad mutuas. Y no una libertad solitaria, sino una libertad positiva, una libertad para actuar y hacer felices a nuestros semejantes, pero sobre todo, para ser felices nosotros mismos por lo que somos y por como amamos. Utópico…talvez, pero así es el verdadero arte de amar.

De nuevo, ¿Practicar el amor es difícil?

Todo arte se practica, asì que concluyo con los requisitos para la practica de todo arte:
1. Concentración
2. Disciplina
3. Paciencia
4. Preocupación por dominar el arte.

Así, debemos concentrarnos en lo que hacemos. Pensar y razonar como amamos, a quien amamos. ¿Cómo estoy llevando mi relación?, ¿Qué debo hacer para mejorarla? Es un enfoque total en lo que estoy haciendo, en la manera en que amamos.

Debemos mantener una disciplina. ¿Lo hago para pasar el rato?, ¿lo hago porque se siente bonito?, ¿ando con esa persona por verdaderos sentimientos de amor? El amor es una cosa muy seria, un arte que merece respeto y un orden adecuado, y no tomarlo como un simple pasatiempo.

La paciencia es a mi punto de vista el requisito más importante. El fracaso en el amor se puede dar en repetidas ocasiones, pero nunca hay que desanimarse. Siempre es bueno esperar a que llegue la persona indicada para nosotros. Recordar que si no se logro algo con esa persona a quien amabas: o no la merecías, o no te merecía, o ninguno de los dos se merecían.

Finalmente, es necesaria una preocupación constante en dominar el arte. Conocer sus principios. Detectar áreas de oportunidad en nuestra forma de amar, actuar constantemente en la búsqueda de soluciones.

Estimado lector, esto es todo lo que por ahora puedo concluir sobre este tema. ¿Es difícil amar? Creo que ahora conociendo los principios del amor usted podrá analizar si es difícil. No me atrevo a decir que es fácil, pero si me atrevo a decir que no es difícil. Que estas fechas nos sirvan de reflexión sobre el amor que sentimos o, incluso, que no sentimos. No nos dejemos llevar por la soledad ni por la mercadotecnia, que guían nuestro actuar diario. Recordemos que el amor no es tener, sino que es un modo de ser. Se agradecen sus comentarios y felices fiestas de San Valentín.

Bibliografía

Nota: el año marcado es el de las reimpresiones, no el año original de la obra.

Horney, Karen. La personalidad neurótica de nuestro tiempo. Editorial Paidòs. España (1993).
Fromm, Erich. El arte de amar. Editorial Paidòs. México (2007).
Fromm, Erich. ¿Tener o ser? Editorial Fondo de Cultura Económica. México (1978).
Fromm, Erich. El miedo a la libertad. Editorial Paidòs. México (2004).

martes, 1 de enero de 2008

“¿¡Tengo hambre, que hago!?” El proceso primario y el proceso secundario: ¿el ello y el yo se ponen de acuerdo?


Por Carlos Arquieta

Proceso primario y proceso secundario…compañeros de psicología, ¿les suenan esos términos? ¿Nunca se preguntaron que demonios significaban? Digo esto porque me atrevo a decir que hasta hace unos pocos meses me acabo de enterar, y que pena que cuando nos surge una duda la dejemos de lado y no la investiguemos. Mas también puedo decir que me fue de gran ayuda comprender estos conceptos, y comparto con ustedes la forma en que ellos influyen en el psiquismo humano.

Las tres instancias de la personalidad

Para aquellos no familiarizados con el psicoanálisis, expondré brevemente los tres polos de la personalidad del ser humano de acuerdo a la segunda tópica freudiana.

La primera es el ello. Es el polo pulsional, todo aquello que tenga que ver con los impulsos, instintos, las descargas de energía o tensión en el ser humano. Su función cumple con el principio de preservar la vida, o como Freud lo llama, el principio del placer, del cual hablaremos mas adelante.

La segunda instancia es el yo. Es aquel que se ve formado cuando el individuo toma contacto con la realidad, es según S. Hall “el ejecutivo de la personalidad, que domina y gobierna al ello y al superyo y mantiene un comercio con el mundo exterior en interés de la personalidad y sus vastas necesidades.” El yo se guía dentro del principio de la realidad, el cual también se definirá más tarde.

Finalmente, y no menos importante, está el superyo. Según Laplanche y Pontalis “su función es comparable a la de un juez o censor con respecto al yo. Freud considera la conciencia moral, la autoobservaciòn, la formación de ideales, como funciones del superyò.” En este artículo no hablare más del superyò, puesto que aquí solo me propongo a describir la forma en que el ello y el yo logran interactuar. Talvez el tema del superyò deba ser tratado por separado y no descarto talvez abrir otro artículo al respecto sobre esta tan extensa instancia de la personalidad.

Uno podría pensar que el ello es el malo y rebelde, el yo es el normal, y el superyò es el bueno y consciente. Si piensan eso, podría poner las cosas de otra manera: decirles que el ello es el que busca satisfacer al ser humano, que el yo es aquel que está siempre en conflicto pues no sabe que tendencias aceptar, y el superyò es un agente punitivo que si es llevado al exceso en su formación puede provocar daños profundos en la persona. ¿Interesante? Para más información sobre las instancias de la personalidad hay bibliografía muy extensa al respecto, desde las obras de Freud, El diccionario de Laplanche y Pontalis, y otros autores que han extraído de manera sencilla sus definiciones, como el autor en quien nos fundamentaremos para nuestras siguientes observaciones: Calvin S. Hall.

El principio del placer y el principio de la realidad: Ello y yo

Dejando por ahora de lado al superyò, nos podremos enfocar a las relaciones entre el ello y el yo, y para entender esta relación será necesario explicar los principios por los que seguían cada una de estas instancias: el del placer y el de la realidad respectivamente.

Iniciemos con un ejemplo. Cuando sentimos hambre, imaginamos comida, mas no la hay por el momento, pero buscamos satisfacer nuestra necesidad, seguimos pensando en ella una y otra vez. Lo externo nos lo impide, pero nuestro psiquismo busca la satisfacción por todos los medios. Esto es el principio del placer.

Ahora, eso externo, la falta de comida, pues nos hace confirmar la realidad, que simplemente no hay comida, es una prueba de realidad, nuestras percepciones no nos engañan, por más que fantaseemos. He aquí el principio de la realidad.

No niego que estos ejemplos nos harán entender mejor el proceso primario llevado a acabo por el ello y el proceso secundario llevado a cabo por el yo, e incluso me atrevo a decir que es demasiada delgada la línea que separa los conceptos ello-principio del placer-proceso primario y yo-principio de la realidad-proceso secundario. Decido mejor, para no confundir, definir los principios de placer y realidad según el diccionario de Laplanche y Pontalis:

Principio de placer: “…el conjunto de la actividad psíquica tiene por finalidad evitar el displacer y procurar el placer…”

Principio de realidad: “…Forma un par con el principio del placer, al cual modifica: en la medida en que logra imponerse como principio regulador, l a búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y aplaza su resultado en función de las condiciones impuestas por el mundo exterior.”

A esto que se menciona al final de la última definición es a lo que quería llegar: ¿Acaso quiere decir que el principio de placer y principio de realidad buscan un mismo fin, la conservación del ser humano, la satisfacción de sus pulsiones? Sería valido decirlo, pues como vimos en las definiciones, también el principio de realidad busca la satisfacción, aunque sea con rodeos. ¿Pero como es que ello y yo llegan a ese acuerdo, si son diferentes instancias? Aun y siguiendo diferentes procesos, ambos llegan al mismo fin: la satisfacción. Veamos esto.

Proceso primario y proceso secundario

Además de tener un sistema de sensorial y un sistema motor, el ser humano cuanta con un sistema perceptual. Este sistema nos permite cambiar las excitaciones sensoriales y transformarlas en cuadros mentales o representaciones sobre los objetos. Así, esos cuadros o representaciones se conservan o “guardan” como huellas o restos mnèmicos en la memoria. Para no confundir, una percepción es una representación mental de un objeto, y una huella mnèmica es una representación mental de una percepción. Más sencillamente, cuando vemos algo se forma una percepción, y cuando recordamos algo que vimos se forma una huella mnèmica.

Dejando claro estos conceptos, volvamos al ejemplo: Cuando uno siente hambre, y no hay comida, nos vemos ante una situación frustrante, y esta frustración lleva al ello a trabajar. Así, el ello busca cumplir su principio de placer y busca en el sistema de la memoria alguna huella mnèmica de algo que en una ocasión percibido llego a procurar el placer de la alimentación, y logramos fantasear aquel alimento deseado. A esto se le llama el proceso primario. Cabe considerar que para el ello esto ha sido como alcanzar el placer total, pues el ello no distingue lo subjetivo de lo objetivo. Para el ello esta imagen es una “identidad de percepción”, llamada así porque la considera idéntica a la percepción misma.

Es obvio que para el ser humano como un todo, no se alcanzará la satisfacción total con solo traer un rastro mnèmico, y esta es la parte donde el yo comienza a trabajar para procurarle este placer inalcanzado. Antes de entrar al yo, consideremos que éste necesita del ello, puesto que no podemos alcanzar algo deseado sin formar una representación de aquello. Como Hall lo expone, sin el proceso primario solo lograríamos alcanzar lo que necesitamos por “ensayo y error”.

Así, ya habiéndose formado la representación, el siguiente paso es encontrar o producir el objeto, es decir, traerlo a la existencia. El alimento será entonces alcanzado por el proceso secundario, que es simple y sencillamente utilizar un plan de acción para llegar al objeto deseado, usando el pensamiento y la razón. Es como dice Hall,”resolver o pensar problemas”. Y así logro, pensando y razonando, llegar al alimento que necesitaba, buscándolo, por ejemplo, en la cocina. Consideremos que el yo sí logra, a diferencia del ello, separar lo subjetivo de lo objetivo, lo irreal e imaginario de lo real.

¿Tanto procedimiento para explicar algo como: “tengo hambre, iré a buscar comida a la cocina”? Pues recordemos que así es la mente humana, tan compleja y tan llena de procesos de este tipo que ahora usted, lector, conoce y creo le ha sido de beneficio. Recordemos también que no hay que despreciar los fenómenos psíquicos por más pequeños que sean. Con esto solo me proponía dejar claro que el ello y el yo no están separados del todo, y logran llevar al individuo hacia su cometido, a cumplir sus metas, sus deseos y ambiciones. Vemos como ambas instancias trabajan juntas para lograrlo.

Tal vez haya quedado la duda: ¿Qué ha sido del superyò? ¿Qué papel tiene exactamente con las otras instancias? ¿Logra frustrar planes o ayuda a llevarlos a cabo? Estimado lector, el superyò es otra historia… Se Agradecen sus comentarios, y feliz comienzo de año 2008.
Bibliografìa
Diccionario de Psicoanalisis. Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand. Bajo la direcciòn de Daniel Lagache. Traducciòn de Fernando Gimeno Cervantes. Editorial Paidós. España (1996).
Compendio de Psicologìa Freudiana. S. Hall, Calvin. Editorial Paidós. Mèxico (2007).